Dios, elijo el asombro de los niños para verte en tantas maravillas, y no me acostumbro a los milagros.
El milagro del sol que nace, de la luna que brilla, del agua que canta en el río, de la brisa refrescante.
El milagro del amor, del bebé dormido, del anciano sereno, del obrero que sonríe en su dura labor.
No quiero, Señor, que la rutina o el pesimismo me conviertan en un amargado o un resentido.
Quiero amar la vida, valorar los amigos, disfrutar los colores, los aromas y todos los espacios.
Cada día llega con hermosos regalos para mi si sé maravillarme y valoro las cosas pequeñas.
“La estrella vibra en un grano de arena, y cada flor refleja todo el mundo”, decía el poeta William Blake.
Y agregaba: “El infinito azul llena tus manos. La felicidad se puede vivir en cada segundo”.
@gonzalogallog