Nada me hubiera gustado más que equivocarme con los vaticinios que hice la semana pasada frente a los resultados de las elecciones en Venezuela y el curso que tomaría la dictadura de Maduro para contener el aplastante triunfo de las fuerzas opositoras. 
Tras más de 25 años en el poder, la dictadura chavista controla todos los poderes públicos, incluyendo por supuesto el electoral, como quedó demostrado con la vergonzosa actuación del CNE, y en los próximos días con el fallo definitivo del “independiente” Tribunal Supremo de Justicia, al que acudió Maduro para que legitime por vía judicial lo que se robaron en las urnas.
A la jornada electoral siguió la represión. Miles de personas, dirigentes políticos y testigos electorales secuestrados y torturados, todos desaparecidos. Algunos asilados en embajadas de donde nadie sabe si conseguirán salir, y María Corina Machado y Edmundo González en la clandestinidad tras las amenazas de Maduro. Y, anticipado también, millones de ciudadanos que a estas alturas no ven opción distinta a abandonar el país y refugiarse en Colombia y la región porque piensan que ahora sí se acabó cualquier remedo de democracia que pudiera existir.
Lo más desconcertante fueron sin duda las conversaciones Maduro-Petro, en donde el dictador obtuvo que el propio Petro se autodesautorizara frente a la tímida solicitud de las actas y la veeduría internacional, objeto de su primer mensaje en X. ¿Qué estará pensando ahora el pusilánime discreto y confidencial ministro Murillo, que fungía de adalid de la democracia desde Brasilia hace apenas unos días y luego se vio obligado a ordenar la vergonzosa abstención de Colombia en la OEA?
Forzoso resulta entender que a Petro lo que le conviene es la permanencia de Maduro, pues solo así pueden las estructuras de delincuentes y del narcotráfico a su servicio seguir gozando de protección y total impunidad.
Anticipo que en pocos días, Colombia, al igual que China, Rusia, Irán, Corea del norte, Siria, Cuba y Nicaragua, reconocerá el triunfo de Maduro. Solo así podrán mañana exigir que se legitime por este club lo que están urdiendo para las elecciones del 2026 en nuestro país. Es este el único tema en que no podemos equivocarnos. Desde el llamado poder constituyente, pasando por la asamblea o el ‘fast track’, hasta la toma del poder electoral. Todo apunta en la misma dirección: la permanencia de este Gobierno en el poder. Para consumarlo, Petro tiene que controlar todas las ramas del poder público, en particular la Corte Constitucional. Y basta que la Corte Suprema se vuelva a equivocar, como lo hizo postulando al magistrado Cortés, tan afín al Gobierno, para que todo quede consumado.
“Los vamos a joder”, dice Diosdado Cabello. No se refería solo a los millones de ciudadanos venezolanos que se expresaron el domingo en las urnas para poner fin a la pesadilla del chavismo, sino a los países que se han manifestado en contra de la dictadura. Lo mismo piensa Petro. En nuestras manos está permitirlo.