Una de las principales formas de preservar la memoria y activar el papel de la historia es sacando ventaja de los íconos o símbolos que, de manera natural o voluntaria, física o artificial, se yerguen a través de la naturaleza o el urbanismo. Por ejemplo, la Pila de Los Fundadores, la Torre del Cable o el Morro Sancancio. También el arte, la música y la literatura cumplen una función similar.
En una nota publicada en la página web de Radio Nacional de Colombia (30-06-2018), se observa la caratula del LP No. 1017 de Discos INCA que contiene la canción “Hay fuego en el 23” (1969) de la mítica Sonora Ponceña interpretada por “el Negrito del Sabor” Luigui Texidor y Tito Gómez e inspirada en una angustiante experiencia vivida por el autor del famoso son, el cubano Arsenio Rodriguez sobre un incendio ocurrido en el piso quinto del edificio 23E en el distrito de Manhattan, en Nueva York, donde vivía.
Es sin duda la canción de los incendios, que volcó a la fama a la agrupación y que hizo que el lamentable hecho quedara inmortalizado en la memoria, no sólo de los salseros sino de los propios ciudadanos y visitantes de Nueva York. Hace exactamente 100 años, un 3 de julio de 1925 se produjo el segundo de los tres incendios más famosos que ha vivido Manizales. Sobre sus causas existen muchas teorías que van desde las velas de sebo, el incipiente sistema eléctrico y la explosión del material inflamable que hacía parte de los inventarios de la Droguería Andina, ubicada en la carrera 22 con calle 21.
El balance, según Albeiro Valencia Llano (Manizales: la Aldea, el Pueblo, la Ciudad, 2023), fue de 229 edificaciones incendiadas, 32 manzanas afectadas de las cuales 21 fueron completamente arrasadas. A la manera de la Sonora Ponceña, también aquí “hubo fuego en la 23”. Ocho meses después, el 20 de marzo de 1926, se incendiaría la Catedral. Con los incendios y la reconstrucción del Centro en Manizales se inicia una nueva etapa: la modernización y el surgimiento de la ciudad.
El bahareque, a pesar de sus bondades, es mirado con desdén; comienzan las inversiones nacionales y por supuesto la necesidad de contar con un cuerpo oficial de bomberos. Una historia de Manizales sin mencionar los incendios estaría incompleta. Sus representaciones culturales son, en su mayoría, literarias y cinematográficas: la “Oración sobre el incendio”, de Aquilino Villegas (1929); el documental Manizales City, de Félix R. Restrepo (1925); y obras como Una mujer, de Natalia Ocampo de Sánchez (1936), El campanero, de Uva Jaramillo Gaitán (1926) y El incendio, de Maruja Vieira (2019), reseñadas por Adriana Villegas y Fernando A. Ramírez en la Revista Aleph No. 213.
Dada la trascendencia de los incendios en la historia urbana de la ciudad, urge crear una iconografía que los represente en el espacio público. Murales, esculturas o instalaciones en el Centro de Manizales podrían reinterpretar estos hechos y mantener viva su memoria colectiva.