En los últimos años se ha consolidado una tendencia creciente hacia la práctica de viajes de bajo costo orientados al reconocimiento de municipios y pequeñas localidades, fenómeno que, de manera coloquial, se ha definido como “puebliar”. Este tipo de turismo revela un interés por comprender la configuración identitaria de los territorios. Tales prácticas fortalecen el humanismo y promueven una conciencia histórica y cultural indispensable para la consolidación de la nacionalidad colombiana.
En este marco resulta pertinente considerar un itinerario que inicia a cuatro horas de Manizales: el municipio de Honda, fundado en 1539 y caracterizado por un entramado urbano que conserva la huella de actores fundamentales de la historia del país. Las calles antiguas evocan el tránsito de virreyes, conquistadores, próceres independentistas y expedicionarios científicos como José Celestino Mutis. En este escenario se destaca el Museo del Río Magdalena, espacio concebido más como un dispositivo de memoria viva que como un museo convencional.
Bajo la guía de su gestor, Germán Ferro Medina, el visitante participa en un recorrido sensorial que permite comprender las dimensiones históricas, simbólicas y socioculturales del principal afluente colombiano, cuya importancia ha sido reiteradamente subvalorada en la narrativa nacional. Avanzando dos horas más por la vía que pasa por Victoria y que cruza el puente sobre el río La Miel, se arriba a Samaná, la Tribuna del Oriente de Caldas. Este territorio, caracterizado por una densa cobertura boscosa y elevados índices de pluviosidad, constituye un espacio donde convergen memorias, paisajes y dinámicas sociales que permiten analizar transformaciones regionales significativas.
Entre sus historias se destaca la labor de Abelardo Quintero Gil, exfuncionario de Telecom, quien recopiló alrededor de cien álbumes fotográficos acompañados de anotaciones que documentan distintos periodos de la vida samaneña. Hoy estas colecciones se resguardan en el Centro Cultural Agua y Miel, dirigido por John William Duque Zuluaga. Como señala Christian Giovanny Toro Sánchez, uno de los episodios de ingrata recordación en la vida de Quintero Gil ocurrió durante la Feria de Manizales de 1967, cuando fue víctima de burundanga o escopolamina.
Samaná y sus corregimientos —Florencia, San Diego, Berlín, Encimadas y Los Pomos— se conectan mediante chivas, escaleras y vehículos tipo carpati, expresiones de una admirable adaptación tecnológica y creatividad criolla de la región. Asimismo, la cultura etílica del municipio resulta relevante desde una perspectiva de estudios de género: los habitantes señalan que, en los 22 establecimientos de consumo de licor que hay en el parque, tanto hombres como mujeres ingresan, beben y pagan en condiciones de igualdad, dinámica que contrasta con prácticas diferenciadas de otros municipios de la región.
El acceso al municipio es económicamente favorable, pues solo implica un peaje —o ninguno si se toma la ruta por las cataratas de Medina—. Sumado a esto, Samaná cuenta con una oferta hotelera eficiente y asequible. Finalmente, su población, históricamente afectada por la violencia, ha logrado consolidar ambientes de convivencia, paz y hospitalidad, elementos que hoy caracterizan la experiencia de quienes visitan este territorio del oriente caldense.