Hemos venido hablando de aquellas personas o grupos que por sus acciones son ejemplo para toda la población. Parece tarea fácil hablar de ello, pero no lo es. Son tantas las personas que de una u otra forma construyen solidaridad y comparten su trabajo con otro, que enumerarlos es tarea prácticamente imposible. Por esa razón vamos presentando semanalmente a alguien que, con sus acciones cotidianas, cambian el rumbo y dejan una huella imborrable, que merece ser seguida, y por supuesto imitada.
Hoy hablaré de una persona que se ha dedicado por completo, con toda su energía y su capacidad vital, a trabajar por ayudar a otros, sin esperar por ello recompensa alguna, diferente a la que cree, le está reservada para la eternidad.
El padre Diego León Ruiz Franco es sacerdote de la Diócesis de La Dorada-Guaduas, en Caldas, que se dedicó hace varios años a ayudar a los menos favorecidos. Tuvo un refugio o un hogar de paso para ellos. Pero la obra más importante que realiza es la de asegurarles la comida diaria a los menos favorecidos.
No cuenta para eso con recursos especiales, que le faciliten su obra y acción, pero siempre ha tenido quién le extienda su mano generosa para hacer realidad ese difícil propósito. Siempre alguien bondadoso le ha entregado en comodato una casa para realizar su actividad. Lo hace ayudado en la ejecución de esa tarea, por muchos voluntarios que lo siguen irrestrictamente en su obra de misericordia.
¿Cuánto gana en dinero el padre Diego por hacer su obra? No gana económicamente nada. Es una obra de generosidad total, que no tiene renta, ni deja beneficios económicos a alguien. Lo hace con el corazón y con una dedicación inigualables, solo por el acto de solidaridad con los abandonados por la vida, los solitarios en pobreza extrema, los ancianos sin recursos. Son muchos los que sin su labor pasarían hambre y vivirían en condiciones infrahumanas.
Esa idea se le ocurrió, cuando en su actividad personal, se dio cuenta de la cantidad de personas abandonadas que habitan el municipio, sin tener a quién recurrir. Entonces comenzó a hacer posible que esos hermanos nuestros que viven en la miseria tuvieran esperanza. Les da comida, los ayuda en salud, les dona ropa y les brinda la oportunidad de creer que la vida vale la pena, independiente de las dificultades que se tengan para vivirla.
El comedor comunitario “Donde el padre Diego” invita a la ayuda generosa, a través de rifas y gestiones personales y logra dar almuerzo gratis a por lo menos 350 personas. Aun en época de pandemia con unos voluntarios hizo entrega directa de alimentos o incluso los llevan hasta las viviendas; también distribuye mercados, auxilios de transporte y medicamentos a poblaciones vulnerables.
Una persona que dedica todas las horas de su día, todos los días de la semana, al servicio de los más necesitados es alguien a quien hay que hacerle reverencia, porque en este mundo y en esta vida, hacer lo que él hace sin ayuda de la organización eclesiástica a la que pertenece, es una verdadera obra de titán. Hay que reconocer y darles crédito a los que desde el anonimato y sin que sean visibles para la comunidad entera, le ayudan a hacerlo posible.
Su obra es un ejemplo de ayuda desinteresada a los demás e invita a vivir con obras el amor, la solidaridad y el compartir con el más necesitado, logrando impactar la situación de hambre y necesidad de alimento que viven muchas personas. Persona como él y todos los que desinteresadamente le colaboran, merecen nuestra admiración y aplauso.