Fernando-Alonso Ramírez

Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!

Correo: editornoticias@lapatria.com

X (Twitter): @fernalonso

No es fácil leer al nobel de Literatura del 2023, el noruego Jon Fosse, sobre todo porque tiene una narración muy propia en sus escritos. Como sucede con autores como José Saramago, el recientemente fallecido Paul Auster o el mexicano Hélmer Mendoza, se trata de escritores que logran consolidar una forma de narrar, que requiere atención para seguir sus textos, pero una vez conseguido, se halla el tono para que ese binomio lector-autor vayan al mismo ritmo.

Con las traducciones de Fosse que conocemos hasta ahora sucede eso, que por momentos parece que se tratara de una repetición de la repetidera, pero el lector avezado entenderá que hay toda una apuesta estética en las frases repetidas, que hay un bucle narrativo que define a los personajes en su propia habla y que hay historias de una profundidad que resultan difíciles de pasar por alto.

En la más reciente obra traducida al español por Random, este escritor nos trae una historia difícil de digerir. Ales junto a la hoguera es la historia de una pareja, de una mujer que vio partir a su esposo hacia el fiordo, pero nunca regresó. Mientras ella permanece en el mismo lugar convencida de que él regresará, cuando menos lo pensamos estamos viendo la historia de un niño ahogado el día de su cumpleaños número siete, y entonces sorprende que eso que parece una repetición es apenas el esbozo de otra historia.

Nos resulta sobrecogedor saber que se trata de cinco generaciones que atraviesan por situaciones similares, tragedias que marcan el vivir en zonas difíciles, donde el invierno es intenso y el mar es bravío, en la costa noruega.

Como si se tratara de una historia rulfiana, se pierde la realidad y se conjugan relatos de vivos y de muertos, anécdotas y diálogos que van arrugando el corazón porque Fosse tiene el don para transmitir las emociones, eso mismo que le valió ser considerado por la Academia Sueca para obtener el mayor galardón para cualquier escritor, porque escribir parece fácil hasta que te encuentras a autores como este, que indudablemente tiene una diferencia que lo distancia de la media a la que estamos acostumbrados.

Como en Melancolía y en Blancura, el alma se va arrugando o enfriando, a medida que avanza la historia, a la par que nos vamos dando cuenta de que la vida es un acumulado de miedos, que llegan momentos en los que nos extraviamos en el camino, bien por las dificultades que nos superan, o tal vez porque simplemente necesitamos un momento en el que es necesario dejarnos llevar y no seguir remando contra la corriente.

Es como dramaturgia, sus personajes solo piensan y dicen, y en ese pensar y decir una y otra vez, vuelven sobre las mismas frases, pero nos conducen a escenas distintas. No hay más verbos para atribuir. Dicen y piensan y nos deja a nosotros pensando con inquietud por lo que puede ser de las vidas difíciles, las parejas, las pérdidas. Desde una tatarabuela hasta la quinta generación, en la misma casa, en el mismo espacio geográfico, en la misma tragedia, y en la misma familia. Estancados.

 

Subrayados

  • Y la inquietud en su voz se mezcla con la silenciosa calma con la que habla la pared.
  • Ese al que le dieron una barquita preciosa en su séptimo cumpleaños y ese mismo día se ahogó, jugando con la barca.
  • ...porque si algo no le gustaba a él eran las palabras grandes, las grandes palabras solo encubrían y ocultaban.
  • Y ve que la hoguera se apaga y todo se pone oscuro y entonces se levanta una llama, y luego vuelve a ponerse oscuro, y luego se levanta otra llama, pero esta vez más chica, y vuelve la oscuridad...

 

Reproducción | LA PATRIA

Ales junto a la hoguera, una novela de Jon Fosse, nobel de Literatura 2023.

Imagen principal
Jon Fosse