Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
Correo: editornoticias@lapatria.com
X (Twitter): @fernalonso
Michael J. Sandel es un viejo conocido por sus preguntas incómodas. Su teoría en torno a qué tanto la meritocracia realmente corresponde a lo que hemos entendido como tal, creer es no solo una teoría que ha removido los cimientos de la Ivy League de los Estados Unidos, de la que forman parte las universidades más prestigiosas, sino que ha puesto en el centro la cuestión ética.
Hacerse preguntas incómodas y hacérselas a la sociedad es el superpoder de este profesor que es reconocido por el superventas La dictadura del mérito, un libro del que ya hablé en este espacio y que es referencia fundamental en mis clases de ética periodística y de la Comunicación.
Ahora llega con Contra la perfección - La ética en la era de la ingeniería genética, reflexiones en torno a la industria de la perfección genética, de la que se está cada vez más cerca, sin que entendamos muy bien a qué nos referimos con eso de lo perfecto, porque no necesariamente tiene que ser algo en lo que todos coincidamos.
Sus preguntas, como las de todo gran pensador, generan como mínimo incomodidad a quienes van dirigidas. En este caso a todos aquellos que trabajan en procesos del genoma, en asuntos de clonación, en conservación de embriones para procreación o en buscar curas con las células madre para investigar posibles tratamientos contra enfermedades a las que hoy no se les tiene remedio.
No es fácil hablar de estas cosas y menos cuando aún están en desarrollo y tenemos que entender qué es lo que molesta de algunas nuevas tecnologías o desarrollos que apuntan a una mejora en la salud, o si la cuestión ética puede resolver las preguntas morales que se hacen desde las creencias religiosas. ¿Hay vida en el embrión? Para muchos sí, para otros no, pero ¿qué pasa cuando se debe decidir entre eliminar los embriones sobrantes o hacer uso de ellos para nuevas investigaciones?
Cuál es la diferencia entre un atleta que ha buscado todo tipo de ayudas para mejorar su rendimiento y el que puede llegar a ser producido en laboratorio, como se soñaban los eugenesistas. Esto hace recordar el libro Los ríos de color púrpura, de Jean-Christophe Grangé, que tiene una exitosa adaptación al cine, que recrea una villa universitaria en lo alto de las montañas que pretende reunir a los mejores atletas y a los mejores cerebros para producir los mejores seres humanos. Como siempre que se intenta hacer predecible lo que pasa con las personas, no hay nada más voluble que un ser humano y todo se va al traste.
Es necesario leer Contra la perfección, un libro en la que hay más preguntas que respuestas, como debe ser en estos asuntos, y que da cuenta de cómo la ciencia avanza a pasos agigantados. Desde que se clonó la oveja Dolly o desde que se completó la cadena de ADN, las posibilidades parecen infinitas y los seres humanos deben tener respuestas a las preguntas que necesariamente vendrán para poder fijar unos mínimos éticos. ¿Ustedes qué piensan? #HablemosDeLibros y de bioética para encontrar respuestas.
Subrayados
* La verdadera cuestión es si queremos vivir en una sociedad donde las parejas se sienten empujadas a gastar una fortuna para hacer que sus hijos perfectamente sanos sean unos centímetros más altos.
* El perfeccionamiento amenaza nuestra humanidad al erosionar la capacidad de acción humana.
* La degeneración del deporte en espectáculo (…) ilustra la erosión que pueden suponer las técnicas optimizadoras del rendimiento, ya sean genéticas o de otro tipo.
* Deberíamos hacer cuanto esté en nuestras manos para crear unas condiciones sociales y políticas más amables con los dones y las limitaciones de unos seres humanos imperfectos.