Los líderes mundiales que animaron la guerra en Gaza se regocijaron en el balneario egipcio de Sharm el Sheij entre abrazos para celebrar el fin de un genocidio al que durante dos años asistieron impasibles y financiaron. Occidentales y ricos aliados árabes petroleros, así como el faraón de Egipto y el líder turco y otros dignatarios que deseaban figurar, aplaudieron ahí al emperador del mundo Donald Trump, que como un gran payaso hacía chistes y celebraba la belleza de la líder ultraderechista italiana Gorgia Meloni o se burlaba del presidente francés Emmanuel Macron.
El mundo asistió impasible a un genocidio que dejó casi 70.000 muertos, en su mayoría niños, ancianos, mujeres, familias enteras y causó casi dos centenares de miles de heridos y mutilados que aun no pueden salir de la Franja para ser atendidos. A lo que se agrega la hambruna que reinó, causada por un bloqueo implacable israelí que parecía una limpieza étnica.
Durante los dos años de la guerra, Trump celebró los ataques israelíes en Gaza y otros países de Oriente Medio, expresó su alegría por la ofensiva y su total apoyo, pero como aspiraba al Premio Nobel de la Paz, que decía merecer, dio una voltereta y obligó al Gobierno israelí a aceptar un acuerdo de cese el fuego con Hamás para la liberación de rehenes a cambio de presos. También lo hizo presionado por la indignación mundial y las multitudinarias manifestaciones contra el genocidio en el mundo entero.
Trump se considera ahora el sheriff del mundo, con derecho de amenazar a todos los países, incluso aliados de vieja data, para que se plieguen a sus designios. Usa las armas en todo el planeta violando las leyes internacionales, como ahora que decidió bombardear lanchas en el Caribe. Se ha dado el lujo de humillar a su aliada Europa, obligándola a aceptar sus acuerdos aduaneros leoninos, impuestos desde su campo de golf en Reino Unido, a donde los líderes llegaban en romería a rendirle pleitesía. También interviene en las elecciones de los países europeos, en las que aspira a que lleguen al poder los partidos de ultraderecha que se inspiran en su movimiento.
Sin duda es una gran alegría que se haya acordado el cese el fuego en Gaza y aunque las condiciones del mismo son precarias, la comunidad internacional espera que fluya la ayuda humanitaria para los dos millones de habitantes de la martirizada Franja, cuyas ciudades y pueblos fueron devastados. Pero la herida permanecerá por generaciones, ya que fueron decenas de miles los muertos e incesantes los bombardeos en Líbano, Siria, Irán, Yemen y otros países de la región. También será inolvidable para los israelíes la terrible masacre del 7 de octubre propiciada por el movimiento islamista Hamás, con saldo de casi dos millares de muertos, jóvenes que festejaban y familias que vivían en los kibutz.
Ahora las potencias se frotan las manos en espera de hacer los negocios para reconstruir lo destruido, como ha ocurrido antes en Irak, Libia y Siria y en breve en Ucrania, cuando cese una guerra que también es propiciada por los poderes mundiales ávidos de las riquezas de ese país estratégico. Y mientras tanto la industria armamentística de las potencias occidentales buscarán dónde comenzar otras guerras periféricas para alimentar sus extraordinarias ganancias.