Termina el año escolar y, con él, llegan múltiples satisfacciones por los logros obtenidos, pero también tristezas y preocupaciones porque, en algunos casos, los resultados académicos no fueron los esperados. Se avecina una época de fiesta, jolgorio, diversión y descanso; los alumbrados navideños, la Noche Buena, los aguinaldos y las celebraciones de Año Nuevo ocuparán en este mes la atención de todas las familias. Para algunos será la posibilidad de disfrutar unos días de descanso, ya sea en las comodidades de la playa o en un sencillo paseo de río.

En este contexto quiero dedicar esta reflexión a aquellos chicos que, a diferencia de otros, aún no quieren irse de la escuela. Jeison es un niño de seis años que acaba de culminar con mérito académico su grado primero. Recibió de su profe Ana la noticia de que podría empezar sus vacaciones una semana antes que sus compañeritos, ya que todas sus notas fueron valoradas en “superior”. El niño se acercó a ella, la abrazó y, entre lágrimas, le dijo: “Profe, yo no me quiero ir”.

En nuestras escuelas habitan muchos niños como Jeison, quienes viven sus mejores días cuando hay clases, porque allí tienen amigos, tienen quien los escuche y quien se preocupe por ellos. Allí encuentran alimentación, afecto y hasta la posibilidad de sentirse amados, condiciones que en muchas ocasiones no existen en sus hogares. Por el contrario, muchos viven en entornos de alta vulnerabilidad económica, social y emocional.

Me preocupan profundamente estos chicos que, al no tener escuela, quedan a la deriva de la incertidumbre: sin protección, sin seguridad, sin alimentación y, lo más doloroso, sin amor.

Son niños que pueden convertirse en presa fácil de la delincuencia, la explotación, la prostitución o el consumo de sustancias nocivas. Ante esta realidad, solo me queda dejarlos en las manos del Divino Niño de Belén, para que sea Él quien les reserve un lugar en su pesebre y un espacio en su corazón.

Desde esta tribuna también hago un llamado a las autoridades de gobierno y a los órganos legislativos para que pongan su atención en esta población y se diseñen políticas públicas que garanticen, de manera integral, la atención y protección de estos niños durante estos tiempos aciagos. Que no queden a merced del abandono ni de las fuerzas del mal; que se les garantice una Noche Buena y no una noche mala; que puedan disfrutar de las luces de la Navidad y no de la oscuridad de la exclusión social; que reciban con alegría el Año Nuevo y no estén sentenciados a habitar por siempre un año viejo.