Si el emprendimiento no tiene fecha de caducidad, ¿qué nos revelan algunos datos sobre emprendedores mayores de 50 y por qué debemos entenderlos? Desde hace cuatro años que inicié mi búsqueda permanente alrededor de la economía de la longevidad, he encontrado información de diferentes fuentes como el DANE, la Cámara de Comercio de Manizales por Caldas, Fundación Saldarriaga Concha y el Observatorio para el Emprendimiento y la Empleabilidad del Adulto Mayor que me ha llamado profundamente la atención. Los números confirman algo que he observado durante mis años trabajando en emprendimiento: estamos subestimando sistemáticamente el potencial de aporte económico de los empresarios mayores (senior) de 50 años.
Los números son contundentes. Los empresarios mayores de 60 años representan el 18.5% del tejido microempresarial colombiano. En Manizales tenemos 2.908 empresarios senior que se concentran predominantemente en comercio (1.651), seguido por servicios y manufactura, operando principalmente microempresas (2.856). Imaginen la cantidad de reflexiones sobre lo que realmente representan estos números en el contexto del cambio demográfico que estamos viviendo, desde múltiples áreas de posibles intervenciones: educativas, sociales, de cuidado, económicas, de financiación y asesorías, entre otras.
Esta concentración sectorial la podemos ver como casual o como un reflejo de decisiones estratégicas racionales. En comercio podría ser resultado de décadas de experiencia que proporcionan relaciones establecidas, comprensión profunda de mercados locales y credibilidad construida. En servicios, la reputación profesional se convierte en activo diferenciador, donde la marca personal posicionada actúa como factor de ventaja competitiva. Los datos podrían estar mostrando patrones que van más allá de simples preferencias sectoriales.
Son mayoritariamente microempresas, nos lleva automáticamente a interpretar como falta de ambición o recursos limitados. Sin embargo, al ver la otra cara de la moneda, cuando un emprendedor senior inicia su empresa después de los 50 años, vemos patrones diferentes (no se pueden generalizar): los mayores tienden a optimizar para sostenibilidad y equilibrio, no necesariamente para escala exponencial. Priorizan control operacional, flexibilidad personal y menor exposición al riesgo. Esta no es debilidad; es sofisticación en la definición del éxito empresarial.
Colombia pasará de 8.17 millones de personas mayores actuales (15.4% de la población) a representar el 35% para 2060, según proyecciones del DANE. Con una cobertura pensional actual del 27.52%, estos datos demográficos nos llevan a una conclusión inevitable: millones de personas necesitarán mantenerse productivas más allá de los 65 años. El emprendimiento no será solo opción, sino necesidad económica real que debe pensarse, planearse y proyectarse. La economía plateada emergente ya representa el 44% del gasto doméstico actual, proyectándose al 60% para 2060.
Frente a los datos nos debe inquietar la brecha entre el potencial y la realidad actual. Aún vemos estos números como curiosidad estadística en lugar de reconocer la transformación económica estructural que representan. Estamos en el punto de inflexión de una revolución silenciosa donde el momento demográfico exige repensar completamente cómo entendemos el emprendimiento y el desarrollo empresarial. Veo un océano de oportunidades donde la intergeneracionalidad es una ventaja competitiva real y donde las personas mayores tienen papel protagónico, no el de reparto.