Las condiciones y circunstancias de la vida son bien variadas, en las personas, en las familias, en los grupos y en la sociedad. Se presentan incluso las más impensables e impredecibles. Comportamientos desde la bondad de un Francisco de Asís hasta los horrores de crueldad más escalofriantes como lo ocurrido en el Holocausto, y en las guerras implacables que asesinan sin consideración a niños, mujeres, ancianos,… con armamento cada vez más sofisticado en bombas nucleares, drones inteligentes, etc.
María Moliner define al ingenuo como la persona que no tiene malicia, que supone siempre la buena intención en los demás, al creer lo que le dicen, y habla y obra de buena fe, sin prevenciones. Ingenuos fueron Don Quijote al confundir molinos con gigantes, Napoleón en el desastre de la campaña de Rusia al no tener en cuenta el crudo invierno, etc. Quizá lo que relaciono a continuación sea materia de esta naturaleza.
Al término de las restricciones mayores en la pandemia, de sábado, una persona salió a caminar en día frío, con leve llovizna, por el sector de Milán, en Manizales, y aprovechó para darse una pasadita por el cajero de un banco. Acude solícito al sitio y retira un dinero. Sale de regreso a casa, caminando por el mismo andén y a pocos pasos, al avanzar adelante, entre dos vehículos estacionados sale un tipo lo más jovial, y le dice: buenos días, ¿se acuerda de mí?... Sorpresa en la cara de la persona. Sin embargo, chocan la mano. Pronto, saca una tarjeta desteñida, diciendo: yo soy de la Sijín, y estoy investigando sobre el robo que le hicieron a un banco, y para ello necesito revisar los billetes que lleva. La persona con tranquilidad saca la billetera y se la enseña. El hombre toma el dinero y además le pide la tarjeta débito para comprobar si es clonada. La persona se la entrega sin ninguna actitud reacia; le pide la clave, pero por intuitiva razón le dice: no puedo dársela. El tipo se ausenta y va al cajero, para probar suerte. Le pide el celular, y la persona se lo pone en la mano.
El abordante dice tener que ausentarse un momento para chequear todo eso y pronto regresaría. Se observa que muy cerca hay otro individuo, algo así como el consueta. Pasan minutos y el tipo no regresa. A poco el afectado entra en zozobra, baja hasta al frente de la farmacia de la esquina, y en el mismo andén próximo da caminadas en círculo con muestras de preocupación. Entra allí y le pide a una dependiente si le permite una llamada a su mujer, aquella toma el celular personal, marca y lo pasa para que le hable. El afectado le dice a la esposa, con voz un tanto quebrantada: mira, ‘creo’ que me atracaron y quedé sin dinero para ir en un taxi a casa; la dependiente lo apoya.
Pronto llega a la residencia en el sector oriental de la ciudad. La esposa compungida lo recibe y rápido llega la hija y bloquea por internet el celular. Se tejen supuestos, pero al revisar el caso lo que se dedujo fue que la persona es ingenua, confió en lo que el tipo ese le decía y actuó en confianza. Se dan casos.