Nunca se termina de ponderar la personalidad de Albert Einstein (1879-1955), científico, humanista, artista, intelectual de voz pública, con libertad de pensamiento, con líneas conductoras en el pacifismo y en busca de formas de entendimiento y bienestar. Estudioso profundo, con bagaje en la filosofía (de la escuela de pensamiento de Baruch Spinoza), lo que le permitió escudriñar sentidos en problemas y situaciones, con apego a la teoría y a la realidad. Interesado siempre por la educación, en todos los niveles, al punto de haber sido fundador, con Jaim Weizmann (1874-1952), de la Universidad Hebrea de Jerusalén (primera piedra en 1918, inaugurada en 1925 con lección de Einstein). Recia enemistad con las guerras, los militares y las ortodoxias. Escapó a tiempo de la Alemania nazi, con acogida benefactora en Princeton (Estados Unidos), desde donde impartió lecciones de sabiduría para el mundo. Además de los momentos de soledad en sus investigaciones y meditaciones, fue favorable a tertulias y charlas en colegios con los jóvenes, también a entrevistas por los diversos medios. Y, por supuesto, dialogante con científicos y filósofos, en debates de racionalidad en busca de aciertos.
Ante los peligros en los avances de las armas nucleares, apeló a las fuerzas morales que la humanidad pueda desplegar para tener mejor destino. De los múltiples temas que lo ocuparon está la Economía, sin presumir de profesionalismo alguno, tan solo acudiendo a informaciones fundamentales y a reflexiones que le permitían exponer sus propios puntos de vista. Por los años treinta del siglo pasado se ocupó de examinar la crisis en la economía mundial. Planteamientos que en general tienen vigencia en estos tiempos que corren, con afloje en los sistemas y modelos establecidos en la economía del libre mercado. En virtud de los desarrollos técnicos, tecnológicos se dice hoy, observó su impacto en el crecimiento del desempleo, pero no llamó a la desilusión, sino a buscar soluciones para equilibrar el progreso con la generación de puestos de trabajo. Con su conocimiento de lo que ocurría en Rusia, descartó cualquier apoyo a la economía con planificación de Estado, más bien acudir al respeto de formas tradicionales en costumbres y en la producción, con despliegue de la iniciativa privada. Adverso a la nacionalización de la industria. Tuvo la iniciativa de regular los salarios en función de la productividad. La crisis, estimó, podría contrarrestarse con la reducción de horarios de trabajo, la regulación del medio circulante y el control en el tope del precio de los artículos.
De ninguna manera objeta el capitalismo, al considerar que ha traído adelantos en técnicas y calidades de la producción y en el conocimiento, originado en la investigación científica y en las experiencias reales. Podría interpretarse en lo que hoy se insiste, la colaboración o alianza entre universidad y empresa, con relaciones en los gobiernos, con acatamiento de normas reguladoras, o ser modificadas estas, de requerirse, para avanzar en procesos, con análisis valederos.
Encuentra elementos negativos que afectan la economía, y en general a la sociedad, como en los casos de la competencia despiadada y en el egoísmo, en especie de “sálvese quien pueda”,  con efectos psicológicos en empresarios y en las comunidades. La pasión desmedida por el dinero ha llevado a concentrar riquezas en minorías y a generar más pobreza. Favorece reivindicar con intensidad el altruismo y el sentido del deber, para alcanzar situaciones de mejor equilibrio social. Manifiesta temor por la nacionalización de empresas, por la insolvencia de las burocracias, debido a la multiplicación de trámites, los procesos lentos y la corruptela. Al Estado le reconoce el poder regulador en los procesos productivos, siempre y cuando se cuente con expertos independientes en lo político, sin ser apéndices de partidos o de grupos con intereses propios y no del bien común.
Einstein integra la educación desde la infancia, con bases sólidas en el conocimiento, con fortalezas en la creatividad, para alcanzar en los procesos de formación  personas capacitadas, con responsabilidad al asumir retos y desempeños, e innovadoras. De esa manera la incorporación en procesos productivos, de bienes materiales o intangibles, redundará en mayores beneficios sociales.
Se pregunta, con validez hoy: “¿Qué podemos hacer para que las naciones convivan de la manera más pacífica y mejor?”