Manizales tiene que saber celebrarse. Si hemos aprendido algo sobre bienestar mental, es que una de nuestras fallas comunes, en este mundo de competencia y presión, es no celebrarnos los logros. Dos reconocimientos llegaron en estos días: primero, la ciudad ganó el premio ONU-Hábitat Latam, que distingue a las ciudades que transforman su entorno con proyectos urbanos innovadores. Segundo, quedó en el quinto puesto en el Índice Subnacional de Emprendimiento 2025. Celebrémonos, pero bien.
En Manizales, los logros hay que festejarlos con orgullo. Como ocurre con las personas, celebrar nos obliga a reconocer los procesos recorridos para alcanzarlos. Significa recordar las estrategias, planes, alianzas, mesas y foros que han tenido que suceder. Traspasando años, convenciendo a rojos, verdes o azules en el poder. Abriéndose paso entre el sector público, privado y social. Superando el pesimismo que dice que hacemos lo mismo de siempre, el escepticismo que desprecia las conversaciones largas y repetidas, y el desencanto que se instala cuando las cosas no cambian rápido. Quizás estos reconocimientos son gracias a ese trabajo que parece lo de siempre, repetitivo, largo y lento.
Celebrar también aumenta la confianza para enfrentar los nuevos desafíos. Esa es la parte más valiosa. Nos dispone con los ojos correctos para lo que viene. En el premio ONU-Hábitat Latam se evaluaron 85 indicadores alineados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. No revelaron cuáles, pero señalaron que incluyen eficiencia en servicios públicos, inclusión social, equidad territorial, innovación urbana, gobernanza, resiliencia climática y participación ciudadana. Mostrarlos, darles vitrina, vestirnos con ellos es clave. 
De allí nos fortalecemos para proteger los datos que nos ponen en alto, como prevención de la pobreza, prestación de servicios públicos, seguridad, satisfacción con el transporte público, etc. Pero también nos llenamos de confianza para resolver los que tenemos más bajos, como los de déficit de espacio público y zonas verdes, aumento del parque automotor particular, siniestralidad vial, baja participación ciudadana, entre otros.
El Índice Subnacional de Emprendimiento ubicó a Manizales y Villamaría en la quinta posición de 23 ciudades (ver: https://shorturl.at/RFmSq). Celebrarse es destacar su pilar de “Ecosistema innovador y generación de conocimiento”, donde ocupamos el primer lugar. Los grupos de investigación, el número de investigadores y el registro de propiedad industrial muestran una base sólida en ciencia y tecnología. Sin embargo, celebrarse es también mirar la otra cara: el pilar de “Financiamiento”. Allí estamos en la posición 15, ocho lugares menos que el año anterior. Hoy parece faltar capital emprendedor y rondas financieras que fortalezcan el tejido empresarial. En otras palabras, celebrarse es saber que tenemos ideas, conocimiento y capacidad investigativa, pero aún falta convertir esa base en proyectos sostenibles que atraigan inversión.
Existen quienes ven estos triunfos solo como alivio y no como orgullo. Alcanzan metas para evitar el fracaso, la vergüenza o el rechazo. Así lo reseñan las psicólogas Jessica Rohlfing Pryor y Chu Hui Cha (ver: https://shorturl.at/u3y4Y). Ese miedo al fracaso y a la crítica es terreno común en la política local, que vive pendiente de la propaganda, favorabilidad y elecciones. Entre los políticos, de gobierno y de oposición, abundan quienes tratan los reconocimientos como alivio ante una amenaza, generalmente electoral. Les cuesta celebrarse y celebrarnos, porque no suelen reconocer el recorrido que nos trajo hasta acá ni atienden los desafíos que siguen. Solo cierran capítulos y vigilan otra amenaza y otro premio que venga.
Manizales puede celebrar. Pero debe hacerlo con la madurez de quien entiende que cada logro es también un compromiso. El reconocimiento nos da luz, pero también nos proyecta las sombras. Ese es el verdadero triunfo. Qué orgullo.