El año pasado, en Manizales, fueron 701 nacimientos menos en comparación con el 2020. Mientras nuestra tasa de natalidad ese año era de 6,5 nacimientos por cada mil habitantes, en el 2024 fue de 4,5. Esto ha dejado a la ciudad como la capital del país con la menor proporción de población de primera infancia.
Pero un momento. Esta información la acabo de dar sin juicio de valor, sin alarmismos. Aun así, varios la habrán leído con temor y preocupación. Es esa idea apocalíptica, algo bíblica, que nos ató a la creencia de que el fin del mundo estaba vinculado a la falta de nacimientos. El “creced y multiplicaos” del Génesis se hizo mandato, mientras que el “morirán sin hijos” del Levítico amenaza como penitencia. Corremos el riesgo de quedarnos ahí, dando círculos.
Víctor Orbán. Primer ministro de Hungría y gran xenófobo de Europa Oriental. Ofrece exención de impuestos de por vida a las mujeres que tengan dos o tres hijos. Las de cuatro o más ya no pagan. El objetivo: aumentar la población y evitar la inmigración en defensa de la “familia tradicional húngara”.
Vladimir Putin. Presidente de Rusia y zar post-soviético. Promueve el “capital materno”, un bono económico para que las familias con dos o más hijos accedan a vivienda y educación. El objetivo: revertir la caída demográfica y fortalecer la identidad nacional.
En Francia, Suecia y Japón, democracias modelo, sobresalen los subsidios, apoyos financieros para familias con hijos, redes de cuidados y garantías de igualdad laboral para padres y madres.
Los resultados: pobres. En “La búsqueda de la igualdad de género” (2017), de la OCDE (https://shorturl.at/8eppK), se concluye que estos subsidios adelantan nacimientos, pero no aumentan el total de hijos. En el World Fertility Report 2024, de la ONU (https://shorturl.at/tOafx), se muestra cómo las transferencias financieras tienen un efecto positivo, pero débil en la fecundidad.
Por ahí no es. Mejor recordar que el Apocalipsis habla de plagas, guerras, hambre y muerte, pero nunca de la falta de nacimientos como el final de los tiempos. Es una señal de que esta primera infancia reducida no debe confundirnos con que el miedo al cambio es el mismo miedo al fin del mundo. Ante esta realidad sí nos toca cambiar, y no es fácil, pero con la certeza de que nos queda mucha vida, sobre todo la de los más pequeños.
Primero, esta nueva realidad demográfica debe ser celebrada, pues es el resultado de años en los que el nivel educativo y el acceso al mercado laboral de nuestros jóvenes ha mejorado, en especial de las mujeres. Esto ha permitido mayor autonomía en sus proyectos de vida, sobre todo en la decisión de ser madres y cuándo serlo. Esas son las razones que ha encontrado la misma ONU para explicar el descenso de nacimientos.
Segundo, este momento debe verse como una oportunidad. Para ver el sistema de atención como recursos e infraestructuras más fuertes para albergar mucho mejor a cada niño. Para redirigir recursos con mayor precisión y garantizar que ningún niño o niña quede por fuera. ¿Tenemos una educación, una salud y una protección más fuerte en la ciudad, ahora que son menos niños de cero a cinco años? Esa es la pregunta que intentaremos responder con el informe Cómo Vamos en Primera Infancia, de Manizales Cómo Vamos. Mañana, 22 de julio, a las 10 a.m., en el preescolar del Colegio San Luis Gonzaga. Está invitada toda la ciudad.
Sucede que otros preferimos quedarnos con el pasaje del Apocalipsis sobre la mujer y el dragón. Dice que la mujer dará a luz a un hijo hombre, pero el dragón estará listo para devorarlo apenas nazca; entonces será salvado por los ángeles para regir a las naciones. Un solo nacimiento, no los miles, será suficiente para la esperanza, para un nuevo comienzo y redefinir lo que entendemos por vida en la ciudad. Llegan los tiempos de cuidarnos mejor, niño a niño.