Manizales ha sido, por décadas, una ciudad universitaria. Caminarla es sentir la presencia constante de jóvenes, docentes, libros, debates y esperanzas. Sin embargo, la Universidad de Caldas ha dado un paso más allá al abrir sus puertas no solo a las nuevas generaciones, sino también a quienes, con la experiencia de los años, siguen convencidos de que aprender es un derecho que no expira.
Estos programas intergeneracionales son más que una oferta académica, son la reafirmación práctica del mandato constitucional que reconoce la educación como un derecho fundamental para todas las personas, sin distinción de edad, nivel previo de formación o condición social. La Universidad, al abrazar esta visión, envía un mensaje claro: el conocimiento es un territorio abierto, una casa común donde cabemos todos.
En cursos como los de historia, filosofía, patrimonio cultural, arte, música, inteligencia artificial, derechos fundamentales y estudio de nuestra Constitución se mezclan jóvenes recién egresados del colegio con adultos mayores y pensionados que ven en el aula un espacio para continuar transformándose. Ese encuentro derriba estereotipos, amplía la conversación académica y fortalece el tejido social de la región.
Esta apertura también hace palpable la verdadera filosofía universitaria. Le da vida a una academia que no se encierra en prerrequisitos rígidos ni excluye a quienes no cumplan con un perfil tradicional. Por el contrario, permite que personas de diversas trayectorias encuentren en la Universidad de Caldas un territorio donde la curiosidad basta para ingresar y donde los saberes dialogan sin jerarquías.
La inteligencia artificial, incluida ahora entre las áreas de formación, demuestra que la Universidad no solo honra su tradición humanista, sino que también se proyecta hacia el futuro. Incorporar estas herramientas en contextos intergeneracionales genera un intercambio poderoso: los jóvenes aportan familiaridad y manejo técnico; los mayores, criterio, prudencia y una comprensión profunda de los dilemas éticos. Ese cruce enriquece a ambos y fortalece a la sociedad.
De igual forma, estudiar la Constitución y los derechos fundamentales en este entorno plural vuelve más real el propósito democrático del Estado social de derecho. La norma deja de ser abstracta cuando se reflexiona sobre ella entre personas que han vivido, de maneras distintas, los aciertos y las deudas de nuestra institucionalidad.
La Universidad de Caldas demuestra así que educar no es solo transmitir conocimientos, sino construir ciudadanía, tender puentes entre generaciones y asegurar que nadie quede fuera del camino del aprendizaje. En tiempos en los que el aislamiento y la desigualdad amenazan, estos programas son un acto de justicia, humanidad y visión.
Como diría Sócrates: “Solo hay un bien: el conocimiento; y un mal: la ignorancia”. Apostar por una educación abierta para todas las edades es, en esencia, apostar por el bien común.