Describo con pasión el Parque Tuparro porque es uno de los preferidos de los manizaleños. Exactamente frente a las bocas del Tuparro, en el Orinoco, se yergue la isla Guahibos o Carestía. No se puede visitar el Parque sin subir a la roca central de la isla. Siendo de granito puro la adherencia de la roca es total. Desde arriba se contempla el núcleo central del Parque: el Orinoco y el Tuparro a sus pies, en las lejanías las sabanas y los tepuyes y sobre todo el inmenso Raudal del río en cuyo centro se ve la icónica roca, el Balancín.
El Orinoco tiene dos famoso raudales, el de Maipures y el de Atures. El primero es el que estamos contemplando desde la cima de la isla Carestía. El río se abre, forma varias islas y las rocas y los chorreones impiden la navegación. El espectáculo es soberbio.
Caminando por la orilla colombiana del río se llega al raudal, cuyo estruendo se oye desde lejos. En la mitad del río y sobre una roca se asienta una piedra que resiste los embates del río. Se denomina El Balancín y se roba decenas y decenas de fotografías. Se puede decir que es la imagen icónica del poderoso raudal, que fue calificado por Humboldt como la octava maravilla del mundo.
Nadie sabe si el Balancín está colocado encima o está pegado a la roca, lo cierto es que en las grandes crecidas del río, cuando el agua pasa por encima la potencia del río no ha podido llevarse la roca.
En este como en el otro raudal, el de Atures es problemática la navegación. En Maipures los navegantes deben echar pie a tierra y arrastrar la canoa por la orilla.
En el otro raudal, el de Atures, ubicado aguas abajo frente a la población colombiana de Casuarito y la venezolana de Puerto Ayacucho, los más hábiles pilotos pueden atravesar el raudal sin salirse del cauce. Atures, con sus 16 kilómetros de lado a lado es el raudal más ancho del mundo y se encuentra fuera del Parque Tuparro.
Un aventurero francés, Jean Chaffanson navegó Atures en 1880 y lo fotografió por primera vez. Su relato inspiró a Julio Verne para su libro El soberbio Orinoco.
El Tuparro, creado originalmente como territorio faunístico es rico en fauna: jaguares, pumas, venados colorados, dantas, puercos salvajes, chigüiros, zarigüeyas, cocodrilos, monos, tortugas, anacondas y decenas y decenas de aves, reptiles, mamíferos, peces y anfibios.
En medio de un viejo bosque de ya añosos mangos se encuentran ruinas de una población que fundaron los indios antes del paso del sabio Humboldt.
En mis viajes al Tuparro uno de mis placeres siempre ha sido caminar las sabanas y los bosques, siempre bajo soles implacables, que para mí no son problema y esperar los atardeceres. Quizás los más bellos que he logrado con mi cámara han sido en este Parque Nacional Natural. “Cuando uno está triste le gusta ver las puestas de sol”, decía El Principito. Y en este hermoso país en el que vivimos tenemos hoy muchos motivos para la tristeza. Y también para la esperanza.