Tuve la oportunidad de participar en el evento World Cities Day sede en la ciudad de Bogotá los días 30 y 31 de octubre 2025, en el marco de la celebración del Día Mundial de las Ciudades por parte de ONU-HABITAT, haciendo una reflexión sobre la importancia de las mismas frente a los desafíos presentes y futuros en materia de acceso a servicios públicos, sociales y entretenimiento para la población, así como, demandas en materia de vivienda y movilidad, factores relacionales con pobreza y desigualdad desde la inclusión social, la prioridad de revitalización urbana y paisajística y acciones hacia la sostenibilidad con el cambio climático como eje transversal de las políticas.
El principal argumento sobre centrar la atención en las ciudades es que las proyecciones demográficas apuntan a que el 70% de la población mundial habite en ciudades para el 2050. En Colombia, las proyecciones de población DANE (actualización 2025) muestran un total de 53.057.212 personas en el país, 76% habitando en cabeceras municipales, cifra más alta en el Eje Cafetero: 77% Caldas, 80% Risaralda y 87% Quindío. Y, en Caldas, el 45% de la población (472.087 personas) viven en Manizales, siendo la ciudad de referencia del departamento, donde el 94% habita en la cabecera municipal.
Entre las conferencias, paneles y conversaciones informales me llamó mucho la atención de la apuesta de construir modelos de ciudades esponja que mezclan el urbanismo con la sostenibilidad en torno al agua, pensando en el aumento de precipitaciones e inundaciones por efecto de cambio climático, en las que los entornos urbanos se convierten en sistemas de aprovechamiento de los ciclos del agua, que permitan absorber, retener, filtrar y reutilizar el agua lluvia, llevando a ecosistemas humanos.
La preparación para ser ciudades esponja involucra el compromiso conjunto de la acciones de planeación municipal y las actividades de construcción privada, donde se implementen por ejemplo superficiales permeables, sistemas de drenaje y reutilización del agua y masificación de espacio público en la calle y espacio común en edificaciones con zonas verdes en lógica de infraestructura natural, donde se trabaja con la naturaleza.
Entendiendo eso, pensé en Manizales, esa ciudad de nubes y lluvia en gran parte del año. Imaginé este modelo de ciudad esponja, a lo cual, tendríamos la urgencia de iniciar las reflexiones desde hoy como un camino interesante de discutir colectivamente en una visión de una Manizales a 2049, proyectando una ciudad de 200 años con la mejor calidad de vida y mayor resiliencia climática de Colombia, que nos permita ser competitiva en el contexto global y un polo de atracción para población migrante nacional e internacional.
No quiero que se interprete que Manizales no haya avanzado en intervenciones en materia de políticas urbanas sostenibles, pero estamos lejos de esas imaginaciones de una ciudad complemente verde. A propósito de las intervenciones urbanas que está adelantando la actual Administración municipal en Manizales y los diversos proyectos de construcción residencial, vale la pena preguntarse sobre el modelo de ciudad que podríamos ser en los próximos años, y quizás no arrepentirse en un futuro de ser una ciudad más del común, caracterizado por el gris en sus calles y muros en sus parques y la estética plana y sencilla de sus edificios que van quitándole el verde a las montañas que nos fundaron.