Al igual que nosotros, la izquierda y la derecha enfrentadas tienen profundamente polarizada a Chile, ofreciendo visiones antagónicas en un país que por mucho tiempo ha sido referente exitoso de las políticas económicas neoliberales, destacándose en América Latina por sus altos ingresos dentro de un régimen de comercio abierto y un sector privado dinámico, cuya tasa de pobreza se encuentra entre las más bajas del Sur del Continente.
A pesar de esto, Chile enfrenta serios desafíos, pues el crecimiento y la productividad se han desacelerado bajo el gobierno de Gabriel Boric, impulsado por un creciente malestar social que lo proclamó como el símbolo de una nueva política progresista en América Latina, que rompía abiertamente con la izquierda autoritaria de la región. Dentro de un proceso democrático el domingo 16 de los corrientes, cumpliendo con el voto obligatorio, tras la nueva ley aprobada en el 2022, los chilenos depositaron sus boletas electorales por el candidato de sus preferencias, destacándose en las primeras posiciones la candidata oficialista Jeannette Jara del Partido Comunista y abanderada de la coalición por la Unidad de Chile, y el opositor José Antonio Kast, fundador del Partido Republicano, quienes obtuvieron el 26,8% la primera, y el 23,9% el segundo.
Con solo tres puntos por debajo de la candidata única de la izquierda oficialista, la derecha chilena se ganó el derecho a ir a una segunda vuelta electoral o balotaje el próximo 14 de diciembre, imponiéndose sobre ocho candidatos. Nosotros, que el 31 de mayo entrante estaremos votando para elegir al sucesor de Petro, nos resistimos a mirarnos en el espejo chileno. Allá, los partidos opositores al oficialismo sumaron el 70% de los votos emitidos, obteniendo la izquierda con Jara cerca del 27% con la que pasó a segunda vuelta para enfrentarse al opositor Kast, quien alcanzó el 24% de los votos válidos. Tres puntos de diferencia son nada, cuando bien pudieron elegir a Kast en primera vuelta, de haberse unido la derecha. Exactamente lo mismo puede pasarnos.
107 precandidatos dan una idea clara de nuestra irresponsabilidad. Desde luego, el largo listado habrá de depurarse a medida que nos acerquemos a la hora de la verdad. En las elecciones del 2022 ocho candidatos presidenciales con sus respectivas fórmulas vicepresidenciales aparecieron en el tarjetón. ¿Cuántos aparecerán en mayo del 2026? Esperemos que la sensatez y la cordura se impongan en esta ocasión con un número inferior a los ocho de los del 2022.
Que los distintos precandidatos de derecha y centro conscientes del respaldo real que cada uno tenga, le den al país la certeza de llegar a unas elecciones con la seguridad de expulsar de la Casa de Nariño a la izquierda corrupta y dañina que ha sumido al país en difícil situación económica y aterrador estado de violencia, adhiriendo a aquel que registre en las encuestas la mayor intención del voto, ahorrándonos el estrés y el elevado costo de una segunda vuelta.
No nos cansaremos de repetir que los errores de la derecha en el manejo del Estado nos llevaron a la lamentable situación de hoy, equivocaciones susceptibles de corregir sin cambiar el modelo capitalista de libre mercado que los países libres del mundo siguen, con respeto profundo por la propiedad privada, y un intervencionismo estatal limitado.