José Fernando Reyes

Foto | Luis Fernando Trejos | LA PATRIA José Fernando Reyes.

Autor

En primer lugar, quiero agradecer a la Asociación Colombiana de Periodistas Deportivos, Acord Caldas, por haberme postulado para esta distinción tan honrosa.

En segundo lugar, también debo agradecer al Jurado que en su día designó “La Patria” para escoger al Caldense del Año 2023, a saber, doña Ángela Toro Mejía, Doña Natalia Yepes Jaramillo y Don Santiago Villegas Yepes (hoy nominado Director del Diario La Patria). 

A ellas y a él, agradezco por su bondad al haber creído que podía ser destinatario de esta distinción y por --al final-- decantarse por mi hoja de vida. 

En segundo lugar, quiero agradecer muy especialmente al Dr. Jorge Hernán Botero Restrepo, director de La Patria, por continuar esta tradición que data del año 1976, pero también por mantener al Diario “La Patria” en la vanguardia del periodismo regional, con una línea editorial clara, directa y democrática, y que a pesar de los avatares económicos que se ciernen en el tiempo de las tecnologías, sobre la prensa escrita, ha sabido mantener a flote a esta casa editorial, a sus periodistas, sus empleados y a sus familias. 

 

Recuerdos 

Asimismo, no puedo dejar de recordar y homenajear al Dr. Nicolás Restrepo Escobar, quien capitaneó esta nave por tantos años, sin dejarla hundir, sin dejarla perecer, manteniendo firme el timón y poniéndola en buen puerto. Gracias Dr. Nicolás por toda su entrega a este periódico, para que pudiera mantenerse el legado de Don Gabriel Ocampo Londoño y doña Maria Inés Vélez, luego continuado un largo tramo por Don José Restrepo Restrepo. 

A pesar del incendio de 1922 y del asesinato de Orlando Sierra, y de las dificultades económicas de este tiempo, La Patria sigue levantando su voz de independencia. 

Empiezo con emoción estas palabras, porque más allá de ser en homenaje a esta vida mía, que ya está tan adelantada, reconoce la trascendencia de mis pasos porque, en fin, me pone en el foco de quienes habitamos mi comarca, este pequeño terruño de gente trabajadora, honesta y leal.

Foto | Cortesía | LA PATRIA

Reconocimiento 

Puedo decir que quizá no haya mejor homenaje para un habitante de oficinas como yo, que le reconozcan en su tierra natal que ha hecho bien las cosas. Seguramente no es del caso mencionar muchos errores cometidos, ni citar tantas cosas que debieron hacerse mejor, pero los homenajes se hacen para destacar por entre las generalidades, ese pequeño haz de luz que puede destellar. 

Y, al punto, tengo que decir que debo agradecer con profunda emoción más allá del homenaje, el que Uds. estén aquí para acompañarme; porque sé que en el corazón de cada uno y cada una de uds habita el sentimiento del cariño, ese que nos hace grandes y distintos, porque enseña la solidaridad del espíritu, porque nos deshacemos de algo para entregarlo de cuerpo presente a otro. 

Ese cariño, digo, hace que me emocione y cante y vibre. 

El Diario La Patria, que mi anciano padre todavía hoy vivo pero que no está aquí por sus dolencias, me enseñó a leer hace ya tantos años; con el que llegaba un día sí y otro no bajo el brazo, en su gran formato, pleno de noticias y opiniones. 

“Mi madre nos amaba con sus manos y mi padre nos traducía el cielo”, escribió Juan Vicente Piqueras. 

Mi enfermo padre, digo, hoy tan ausente: “Mi padre fue un gigante cuando yo era pequeño y ahora es un niño enfermo y su mal me envejece” repite el mismo Piqueras. La Patria, el periódico con el que crecimos quienes aquí nacimos y nos criamos, y que ha ideado este día para reconocer a los hijos de este Caldas que, no siendo geográficamente hablando el Caldas Grande de otrora, sigue siendo el grande departamento de Caldas, porque ser de aquí tiene su impronta, ser de aquí conlleva la idea de ciertos valores de pujanza, sacrificio, trabajo y tenacidad. Ser caldense es auténticamente un sello.

Así que homenajear un caldense cada año es poner en la mitad de nuestra vida a alguien que pueda servir como el bastión de esos valores.

 Y lo bueno de ello es que siempre habrá muchos, aunque solo se seleccione uno cada vez para así tasar la esperanza de que todos los que aquí nacimos, hemos de merecerlo un día. 

 

Lo que se viene

No pondré los ojos mirando hacia atrás para hablar de mejores tiempos, porque en el corazón del optimismo los mejores tiempos han de ser los que vendrán.

Pero, a decir verdad, viendo la pléyade de los y las mujeres que han sido distinguidos como Caldense del año, un poco de rubor asoma en mi cara porque no creo estar a su altura, en verdad no he hecho tantas cosas, no han sido tan dilatadas mis gestas ni tan descollantes las ejecutorias. 

Como dije, creo haber hecho todo cuando he tenido que hacer y se me ha encargado, pero estoy lejos de los que antes han sido distinguidos. Quizá por eso, por el tono de inmerecido, agradezco el doble, este homenaje.

Es que miren uds. quiénes han sido caldenses del año, distinguidos en su día, por el diario “La Patria”: FRANCISCA DEL SAGRADO CORAZÓN, ARTURO MONTES SÁENZ, JAIME VILLEGAS VELÁSQUEZ, GUSTAVO ROBLEDO ISAZA, RODRIGO MARÍN BERNAL, MARIO CALDERÓN RIVERA, EMILIO ECHEVERRI MEJÍA, JOSÉ FERNANDO ISAZA DELGADO, HERNANDO YEPES ARCILA, MARIO GÓMEZ ESTRADA, ALBERTO ARANGO RESTREPO, JAIME RESTREPO MEJÍA, ERNESTO GUTIÉRREZ ARANGO, LUIS GUILLERMO GIRALDO HURTADO, HUMBERTO DE LA CALLE LOMBANA, JAIME EDUARDO JARAMILLO, GÉRMAN CARDONA GUTIÉRREZ, CARLOS ENRIQUE RUIZ RESTREPO, MARÍA HELENA LONDOÑO DE TRUJILLO, MAURICIO ARIAS ARANGO, ISABEL JARAMILLO DE VÉLEZ, JAIRO QUINTERO TRUJILLO, GUILLERMO TRUJILLO ESTRADA, ISABEL MEJÍA DE VÉLEZ, GILBERTO ECHEVERRI MEJÍA, ALBERTO ESCOBAR ARISTIZÁBAL, CARLOS ALBERTO OSPINA OVALLE, HERNÁN BEDOYA SERNA, ALFREDO RESTREPO JARAMILLO, ÓSCAR IVÁN ZULUAGA ESCOBAR, LUIS ROBERTO RIVAS MONTOYA, BRUNO SEIDEL ARANGO, NELSON CARDONA CARVAJAL, JORGE ECHEVERRI MEJÍA, AMPARO GÓMEZ DE ARANGO, LUIS FERNANDO ARBOLEDA GONZÁLEZ, SIMÓN VÉLEZ JARAMILLO, DARÍO GÓMEZ JARAMILLO, YEISULLY TAPIAS ARCILA, ALFONSO ÁNGEL URIBE, HÉCTOR MEJÍA ARISTIZÁBAL, ÁNGELA MARÍA TORO MEJÍA, ANA MARÍA ECHEVERRI JARAMILLO, JORGE HERNÁN MUÑOZ CASTAÑO, MARGARITA MARÍA GÓMEZ URIBE y NÉSTOR BUITRAGO TRUJILLO.

 

Juez recto

Lo que afirmo lo digo sin falsa modestia. Y lo repito: he sido simplemente un profesor consagrado, un juez recto y un abogado preocupado. Y en esos roles, quizá lo que mejor he hecho es haber podido impartir clases de las cosas que del derecho más me han gustado; poder conjugar el verbo enseñar en primera persona nos acerca a las cosas que se reservan a los espíritus que navegan en lo alto del éter.

Sin embargo, puedo sumar ahora la experiencia vital de poder acercar la justicia a quienes casi siempre llegan a nuestras puertas con las esperanzas a medio acabar, la gran Corte Constitucional de Colombia, de donde pronto me iré, y que mantiene un nivel de prestigio muy elevado –tan extraño hoy en los entes públicos-- que no por tal es lo que importa, sino por lo que al final hace. 

Es que en el espíritu de los colombianos y las colombianas la Corte Constitucional, como dije, es un bastión de la esperanza, de la justicia, de la ponderación y el equilibrio. Esa Corte ha sabido ser el árbitro fiel de las controversias y ha sabido mostrar día tras día su importancia en un sistema donde todos los poderes, públicos y privados, entiendan que hay una Constitución como faro de nuestra historia y como ruta obligada de nuestra pervivencia, de tal manera que acentúa el mensaje de que todos sepamos que ninguno está por encima de esa Constitución y de la ley misma, y que la Corte es el freno de los abusos, las arbitrariedades y las sinrazones.

 Y por supuesto la garante de los derechos de todas y todos, sin exclusiones y sin discriminaciones. 

 

Honor

Y se preguntarán ustedes qué tantas cosas he tenido que conseguir en la vida para recibir este honor que me hacen mis paisanos y el diario “La Patria”. Y podría responder de manera breve que, simplemente, he cumplido el reto de ser un ciudadano respetuoso de las reglas, atento a los derechos de los demás y cumplidor con rigor de las misiones que en la vida me han encargado. 

Tanto las públicas, como ser juez, procurador y profesor universitario, pero también esas que asumimos con amor y dedicación: ser padre de familia, esposo e hijo y hermano abnegado y también -cómo no—un buen amigo y un buen ciudadano. 

Quizá esa sea la gran lección o el gran mensaje: no se requieren actos heroicos para que nuestra comunidad nos reconozca. 

Bastan la decencia y la disciplina, el respeto de las reglas, y la realización con responsabilidad de las tareas que la sociedad nos ha encargado, no defraudando sus expectativas, para que ese logro pueda ser alcanzado. Quizá ya pasaron los tiempos de los héroes montados en sus caballos, enfilando sus espadas; la vida ahora se detiene en los espíritus de las mujeres y los hombres de a pie, que trasiegan con firmeza, pero con esperanza, los días y las noches, unas veces felices y otras no, de esta existencia por la que vamos caminando. 

Simplemente haciendo las simples cosas que la vida nos encargó como misiones. Importa al final el cómo lo hacemos, cómo respetamos a los demás y lo beneficioso de los resultados. 

 

Inicios

Y para mostrar que eso es así, tengo que contarles que empecé mis tiempos de Juez, hacia el año 1990 en el municipio de Anserma, Caldas. Cada domingo en la tarde, debía tomar el transporte público desde Manizales hacia allá, en un bus repleto de paisanos, en dirección hacia ese municipio. 

 Y allí empecé esta carrera judicial que voy acabando; después estuve en Manizales por breve lapso de dos años y de allí me fui a Aguadas, ascendido a juez del circuito. Tuve en Aguadas una corta estancia y luego fui trasladado a Riosucio, Caldas, donde estuve por casi cinco años, solo interrumpidos por mis cursos de doctorado en Salamanca, España. 

Volví a Riosucio y en ese tiempo conocí a Luis Felipe Gomez Restrepo, de esta casa, de La Patria, con quien tuve algunas intensas conversaciones sobre la ética en la política y descubrí en él no solo un gran sacerdote, sino además una persona con firmes convicciones y con patrones de vida que bien enseñan los rumbos que la educación siempre debería emprender, para derrotar la corrupción en la función pública. No en vano más allá de sus deberes eclesiales en él brilla un pedagogo genuino y comprometido. 

Pero esos son otros temas de los que hoy no hablaremos pero que sí me permiten evocar al padre Luis Felipe.

Retomo: volví a Manizales, como procurador judicial penal donde estuve tres años y luego fui llamado a trabajar como procurador delegado para la moralidad pública en Bogotá. 

Allí también me vinculé a la Universidad Externado de Colombia, donde he estado como profesor catedrático ocasional por más de 20 años.

De allí regresé a Manizales en el año 2004 hasta el año 2017, para trabajar como magistrado de la sala penal del tribunal superior de Manizales. 

Seguí mis funciones como profesor en la Universidad de Caldas y en algunas otras casas de estudio, de manera incidental y en otras partes en especializaciones y maestrías. 

Como magistrado conocí la excelsa calidad de la judicatura caldense: honesta, disciplinada, sensata y acertada. 

No en vano aquí empiezan todos los planes piloto que el Consejo de la Judicatura hace, cuando emprende nuevos modelos de administrar justicia en sus diversas especialidades. 

En el año 2017, la Corte Suprema de justicia me incluyó en una terna para desempeñar un cargo en la Corte Constitucional. 

Fue una larga y ardua tarea el lograr convencer a 108 senadores de que mi nombre podría servir para ocupar una posición en la gran Corte Constitucional de Colombia. 

¡Y lo logré! Y desde entonces trabajo allí, sin pausa y sin mucho descanso, porque se trata de una tarea ardua, enjundiosa, difícil, y, sin embargo, disfrutable, dicho ello con base en lo que al final del día arroja como resultado, cada sentencia de esa Corte. 

Trabajar en la Corte Constitucional es el honor más grande que una sociedad puede entregar a un jurista; en general, administrar justicia en una alta Corte o simplemente, ser juez de la república. 

Tremendo honor y tremenda responsabilidad: dar a cada uno lo que le corresponde con la sola aspiración del deber cumplido. 

Y para ello se trabaja sin pausa, con disciplina y con tesón, porque en un país donde la injusticia, la desigualdad, la violencia, toda suerte de conflictos interpersonales, la agresión a los niñas y niñas, a las mujeres, a las personas vulnerables, en fin, exige una actitud empática, que mire con atención a la cara del que viene hasta esos despachos y escuche la voz ansiosa de quienes tienen sed de justicia.

 Con esa misión que la vida me puso, puedo decir que también me premió y por ello solo aspiro que el día de las cuentas finales antes del retiro, pueda respirar profundo y sentir que hice todo lo mejor que pude y que aspiro a no haber sembrado injusticias ni haber dejado expectativas incumplidas. 

Permítanme decirles que, sin duda para los caldenses, para la universidad pública, para las familias comunes y corrientes de clase media de Manizales, a las que pertenezco, llegar a un cargo de esta naturaleza, también muestra la esperanza democrática de un pais como el nuestro, que siempre ha seguido la senda constitucional, como el faro que guía la vida en paz de esta nación, próspera, de paisajes, espectaculares, de gente diversa, amable y trabajadora.

 No hay exclusiones anticipadas; seguramente el centro del país seguirá siendo el epicentro de casi todo, pero a quienes venimos de la provincia no nos han quitado nada porque sí; es más difícil llegar, ciertamente, pero esta es también la demostración de que las puertas no están cerradas. 

 

Ejemplo 

Mi vida también quisiera ser un ejemplo para los muchachos de aquí, de ahora, que en veces resignan sus esperanzas sin dar la batalla. 

Todos sabemos que estos son tiempos difíciles, porque la polarización política, cierta cultura del odio y de la discriminación, todo alimentado por la vertiginosa información que circula por los medios telemáticos, ha hecho la vida más difícil, pero a todos y todas nos corresponde la enorme misión de mantener la vida en paz de esta nación, cuidar del planeta, cuidar los animales, ser responsables de nosotros mismos, en fin, un conjunto de obligaciones que asumimos como seres humanos terrenos y que dibujan también el camino que tenemos que emprender, en la búsqueda del objetivo común, que, como habitantes de este cosmos, tenemos: ser felices. 

Simplemente quisiera acabar diciendo que estos actos tienen un gran valor simbólico en estos tiempos de descreimiento, falta de esperanza y construcción de atajos sin ética, porque el exaltar a un ciudadano o ciudadana frente a las y los demás, le valora, le ensalza y le distingue por haber sido capaz de enfrentar los rigores y los retos que la vida nos pone cada día. 

Les abrazo a todas y a todos, y les agradezco con emoción profunda, haberme acompañado esta noche. Para mí ello es lo más importante: tener gente alrededor que nos quiera y nos abrace.


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