Abdel Fattah al Burhan, comandante de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y Mohamed Hamdan Dagalo "Hemedti", jefe de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR)

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Abdel Fattah al Burhan, comandante de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y Mohamed Hamdan Dagalo "Hemedti", jefe de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).

LA PATRIA | MANIZALES

Más de 600 muertos, 5 mil heridos, 700 mil desplazados internamente y 150 mil externamente: este es el balance aportado por las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acerca del actual conflicto armado en Sudán que estalló el pasado 15 de abril. A estas cifras se suman los numerosos relatos de violaciones y saqueos, así como las penurias de alimentos, agua, medicamentos y gasolina. A raíz de esta miseria, el enfrentamiento entre el ejército regular sudanés, denominado oficialmente como las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y dirigido por el general Abdel Fattah al-Burhan, y un poderoso grupo paramilitar, las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), mandado por el general Mohamed Hamdan Dagalo, apodado “Hemedti”. Para entender los motivos de esta reciente pugnacidad, cabe hacer un recorrido de los sucesos en los últimos años.

 

El conflicto de Darfur

Entre febrero del 2003 y agosto del 2020, una guerra devastó Darfur, una región multiétnica del oeste de Sudán, cuando rebeldes atacaron instalaciones gubernamentales en señal de levantamiento contra la negligencia del Estado sudanés hacia las poblaciones etnolingüísticamente nilo-saharianas del área. El gobierno respondió apoyando y armando milicias árabes los yanyauid para combatir a los insurgentes. Esta fue la oportunidad ideal para estos paramilitares de acapararse de tierras agrícolas valiosas en esa zona árida. Los yanyauid sembraron el terror en las poblaciones civiles no árabes de la región.

La ayuda humanitaria sobre la que dependía gran parte de estas personas fue impedida de alcanzarlas. El conflicto de Darfur causó la muerte de alrededor de 300 mil personas y el desplazamiento de unas 2.5 millones más. En marzo del 2009, la Corte Penal Internacional (CPI) emitió un orden de arresto del entonces presidente sudanés, el dictador Omar al Bashir, por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, seguido en julio del año siguiente de otro orden, esa vez por genocidio. El conflicto darfurí permitió la institucionalización y regularización de los yanyauid en un grupo independiente de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS): las FAR.

 

Una transición democrática fracasada

El 11 de abril del 2019, después de varios meses de protestas populares motivadas por las pésimas condiciones económicas que afectaban a Sudán, el ejército, junto con milicianos de las FAR, se rebeló contra al-Bashir y puso fin a sus casi 27 años en la presidencia del país. Se formó entonces una junta militar, el Consejo Militar Transitorio (CMT), encabezada por Abdel Fattah al-Burhan tras la renunciación de Awad Ibn Auf— y Hemedti. Muchos sudaneses siguieron protestando, exigiendo un gobierno civil, animados notablemente por las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (FLC) un coalición compuesta de asociaciones civiles y grupos rebeldes que se formó en enero del 2019, inicialmente para reclamar la dimisión de Omar al-Bashir.

Las manifestaciones fueron reprimidas con frecuencia, culminando en la masacre de Jartum del 3 de junio del 2019 en la cual al menos 120 manifestantes perdieron la vida bajo las balas del ejército, de las FAS y de la policía. Pese a o a causa de los repetidos episodios de violencia perpetrada por las fuerzas del CMT, las protestas contiuaron.

Las FLC y el CMT acabaron firmando un acuerdo de paz y acordándose sobre la creación del Consejo Soberano de Sudán (CSS), un órgano conjunto cívico-militar encargado de gobernar el país hasta la celebración de elecciones previstas en el 2022. El CSS entró en función el 20 de agosto del 2019, con al-Burhan en el puesto de presidente, Hemedti como vicepresidente y el alto funcionario Abdalla Hamdok como primer ministro de Sudán.

Según lo convenido, la presidencia del consejo estaría entre las manos de militares durante los primeros 21 meses, y de civiles para los últimos 18 meses de su vigencia. Sin embargo, el traspado del poder previsto el 17 de noviembre de 2021 nunca ocurririó, pues el 25 de octubre de ese año la franja militar del CSS tomó de nuevo y forzosamente el pleno control del país, declarando un estado de emergencia y disolviendo el Consejo. Al-Burhan justificó esta acción por la inestabilidad supuestamente generada por discrepancias entre las facciones civiles y militares. El hombre ha sido desde entonces el dirigente político y militar de facto del Estado sudanés, con Hemedti como número dos del régimen; la oposición a este control autoritario ha sido sistemáticamente reprimida

 

El poder, fuente de tensión

Desde el golpe de Estado del 2021, acercamientos han sido percibidos entre al-Burhan y los islamistas del gobierno derrocado de Omar al-Bashir, una situación irónica dado que al-Burhan tuvo una implicación sustancial en la caída de este en el 2019.  Exmiembros del Partido del Congreso Nacional (PCN) el partido de Al Bashir, disuelto al caer su jefe han vuelto a integrar los rangos del ejército así como cargos de la función pública inclusive los servicios de inteligencia, a hacer apariciones públicas y a acceder a los privilegios que gozaban durante el precedente régimen dictatorial.

Opiniones divergen en cuanto a las razones detrás de tal giro de 180 grados. Algunas personas piensan que, frente a la incapacidad de encontrar amplio respaldo por parte de los ciudadanos, al-Burhan decidió construirse una base de apoyo del lado islamista rehuido en los últimos años. No obstante, hay también quienes opinan que el general ha procurado reintegrar a los simpatizantes del PCN en la vida política del país para incrementar las divisiones y, por ende, fomentar la discordia. Con esto, el gobierno militar, con al-Burhan a su cabeza, podría pretender justificar su permanencia en el poder como única alternativa a una inestabilidad garantizada.

Al contrario, el general Dagalo —Hemedti—  exhorta a una purga de los islamistas de las instancias gubernamentales y militares, rompiendo con las aspiraciones de su homólogo. Por otro lado, al-Burhan ha exigido que las Fuerzas de Apoyo Rápido de Hemedti sean incorporadas a las Fuerzas Armadas de Sudán, pero esto no está en vía de realizarse por los disentimientos entre los dos hombres sobre los términos de dicha incorporación.

En efecto, mientras que las FAS dan un plazo de dos años para el cumplimiento de este requisito, las FAR piden diez. Por un lado, al-Burhan teme que los paramilitares tengan suficiente tiempo para fortalecerse aún más si los deja gozar de su independencia por una década adicional, mientras que Hemedti anticipa que la anexión de sus milicianos al ejército significaría que quedarían pocos frenos y contrapesos para prevenir que su homólogo reinara en déspota. Además, en caso de integración de las FAR a las FAS, Hemedti reclama que el comandante en jefe de estas tropas unidas sea un jefe de Estado proveniendo de la sociedad civil, no un militar, lo que rechaza al-Burhan. Todas estas tensiones crecieron hasta el punto de no retorno, hasta que una chispa hizo explotar el polvorín.

 

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Humo cubriendo parte de la capital sudanesa, Jartum, donde se han concentrado muchos de los enfrentamientos.

 

¿Y ahora qué?

Delegaciones de representantes de las FAS y las FAR se han reunido en los últimos días en la ciudad saudita de Yeda para participar en un diálogo de mediación organizado conjuntamente por Arabia Saudita y Estados Unidos. Han firmado un acuerdo de reconocimiento de principios humanitarios, pero no un alto al fuego. El reto de llegar a una paz durable es complicado, considerando la multitud de intereses en juego. Por ardua que sea la tarea de alcanzar una resolución definitiva de las hostilidades, esta deberá hacerse de manera diplomática para evitar una carnicería.

Efectivamente, aunque las Fuerzas Armadas cuentan con un mejor armamento, además del monopolio celeste —son la única facción en el país que posee aviones de combate—, las Fuerzas de Apoyo Rápido son numéricamente casi iguales al ejército y tienen amplia experiencia bélica por el pasado conflicto en Darfur. La similar potencia de ambos bandos haría que una guerra total fuera devastadora y extremadamente difícil de ganar por cualquiera de los dos campos, a menos que factores exteriores rompieran el equilibrio de fuerzas en beneficio de uno o de otro. El porvenir del país quizá se jugará en futuras discusiones, pero, mientras tanto, los proyectiles siguen volando en Sudán.

 

Datos sobre Sudán

Bandera de la República de Sudán

Nombre oficial: República de Sudán

Ubicación: Noreste de África

Capital y área metropolitana más poblada: Jartum

Idiomas oficiales: árabe, inglés

Superficie: 1.861.484 km² (16.º en el mundo)

Población: 49.197.555 personas (2023, estimación) (30.º)

Índice de desarrollo humano (IDH): 0,508 (2021) (171.º)

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