San Juan Pablo II fue el sumo pontífice de la Iglesia católica entre 1978 y el 2005.

Foto | Tomada de Radio Perfil | LA PATRIA

San Juan Pablo II fue el sumo pontífice de la Iglesia católica entre 1978 y el 2005.

Autor

Cristina Cabrejas
EFE | LA PATRIA | Ciudad del Vaticano

Con Francisco convaleciente de sus graves problemas respiratorios y mientras crece la incertidumbre sobre cómo o si querrá proseguir con su pontificado, este miércoles se conmemora el 20.º aniversario de la muerte de san Juan Pablo II, quien padeció la enfermedad y el sufrimiento hasta el final de sus días.

La imagen del papa polaco enfermo, incapaz de hablar a pesar de los esfuerzos en la ventana de su apartamento en el palacio pontificio para la bendición del Domingo de Resurrección, pocos días antes de su muerte, expuso en directo ante el mundo entero su calvario personal y su 'martirio' hasta el final, como él mismo había decidido.

En el libro "Una vida con Karol", su histórico secretario, Stanisław Dziwisz, confirmaba que ya antes del 2000 Juan Pablo II pensó seriamente en una renuncia al trono de Pedro e incluso consultó con sus más estrechos colaboradores, entre ellos el cardenal Joseph Ratzinger, que a la postre lo sucedería como Benedicto XVI.

"Y, después de haber reflexionado y examinado los textos dejados al respecto por Pablo VI, llegó a la conclusión que debía someterse a la voluntad de Dios, es decir, quedarse hasta que Dios lo hubiera querido", escribió.

Algo que después no hizo Ratzinger abriendo esta posibilidad en la historia actual de la Iglesia y que ahora sobrevuela sobre el pontificado del argentino Jorge Bergoglio.

Todo indica que como pasó con Juan Pablo II, también el papa Francisco, que se encuentra en un periodo de convalecencia tras haber pasado 38 días hospitalizado reaparecerá durante la Semana Santa, aunque el Vaticano afirma que es prematuro hablar de ello.

 

Regresó a la casa del Padre

Durante varios días se organizaron rosarios en la plaza para rezar por el papa Wojtyla. Los fieles miraban hacia el tercer piso del Palacio Apostólico, donde las luces de su apartamento estaban encendidas esperando una señal.

Era poco después de las 22.00 horas del 2 de abril de 2005, cuando el entonces arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, habló en el silencio general: "Queridos hermanos y hermanas, a las 21.37 nuestro amado Santo Padre Juan Pablo II regresó a la casa del Padre".

Este 2 de abril, a las 15.00 horas, el secretario de Estado, Pietro Parolin, celebrará en la basílica de San Pedro una misa por este aniversario y recordará el funeral, presidido por el entonces cardenal Ratzinger ante los cientos de miles de personas que llegaron al Vaticano para dar el último adios al pontífice polaco.

Y se recordará ese grito de "Santo subito" (Santo ya) en el funeral que marcó un proceso de canonización entre los más rápidos de la historia, pues fue declarado santo el 27 de abril de 2014 junto con Juan XXII por el papa Francisco.

En sus más de 26 años de pontificado, el papa viajero -con sus 104 viajes apostólicos internacionales-, vivió la caída del muro de Berlín o de la URSS, que instituyó la Jornada Mundial de la Juventud, pero también un pontificado de sombras como la de la lucha contra los abusos y, entre ellos, el escándalo del mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

 

El episodio inédito

Aunque se han escrito decenas del libros sobre el papa polaco, el último , 'Karol. Il Papa che ha cambiato la storia" (Karol, El papa que ha cambiado la Historia) de Gian Franco Svidercoschi, ex vicedirector del diario vaticano, Osservatore Romano, describe un episodio prácticamente desconocido: cuando en 1945, siendo un joven seminarista, Wojtyla salvó a una niña judía.

"En aquellos días, Karol se dedicaba a... reparar los daños sufridos por el arzobispado y una vez terminada la obra había pedido ir a Czestochowa, por la necesidad de rezar a la Virgen Negra y regenerarse. En el camino de regreso, cuando cambió de tren en la estación intermedia de Jedrzejow, vio una escena desgarradora en la calle: una niña con el uniforme a rayas de los campos de concentración nazis, tendida en el suelo, incapaz de moverse", se lee en el libro.

Y continúa: "Karol la recogió y la llevó a otra estación, por donde pasaban los trenes hacia Cracovia y la confió a una organización recién formada que se ocupaba de aquellos que habían escapado de los campos de exterminio, especialmente judíos, y que la acogería inmediatamente". 

 


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